martes, 3 de febrero de 2015

Diferencias culturales. O por qué todos los elfos son iguales.

Cada vez llevo peor esto de empezar una entrada.

No me tengo que ir muy lejos de casa para demostraros lo que viene siendo un problema de diferencias culturales. En la misma España, donde se hospeda La Casa 38, nos encontramos con un número curioso de culturas y nacionalidades diferentes. Todas luchando, a su forma, por la reivindicación y el reconocimiento del resto tanto de España como del mundo. Todas las culturas clamando por decirle al mundo "Oye, que nosotros también existimos." Es precisamente este ansia de identidad lo que llena de belleza a la raza humana.

Y diréis vosotros: "Papi Borgeos, que hemos venido a que nos hables de rol y fantasía, no a que nos sueltes sensiblerías o patochadas de este calibre." Y yo os digo que os tranquilicéis. Esto solo era un pretexto. Un párrafo que me diese pie a contaros lo que os cuento ahora.

Luego están los mundos de fantasía, donde los enanos viven en las montañas y los elfos están todo el día haciendo cosas bonitas en los malditos bosques. Pero, eh. Los humanos tienen mil reinos, mil imperios y hasta diferentes tonalidades de piel. Aberrante todo. Culpo a Tolkien de esta mierda. Aunque también fue él quien asentó las bases de la fantasía que a todos nos la pone dura.

Os vuelvo a hablar desde mi experiencia en el mundo del rol. Y más concretamente, en las ambientaciones de fantasía. Aunque me temo que este es un problema que se extiende también a las ambientaciones futuristas. Pero eso se lo voy a dejar a tito Rabange, que el tema se la pone más dura que a mí.

Razas planas. Ese es el legado que nos han dejado generaciones anteriores a la nuestra en cuanto a lo que la creación de mundos de fantasía se refiere. Razas sin diferentes culturas que le den complejidad al asunto. Total, los elfos solo son elfos. Y los enanos, a las montañas. El caso de los enanos me astilla especialmente.

Malditos sean los elfos y sus bosques.

No pretendo ser transgresor, sí lo pretendo, pero considero que al menos los enanos se merecen algo más que sus tumbas de piedra. A los elfos, por mi parte, que les peten. De hecho, ni siquiera haría falta sacarlos de sus montañas. Se trataría de, simplemente, querer hacer las cosas con cierto rigor. Y esto es aplicable a toda las razas de una ambientación tipo. Historias diferentes generan culturas diferentes. Una comunidad de enanos, alejados de las montañas y adorando al Dios Sol, por poner ejemplos, maldita sea, y que es radicalmente a sus coleguitas enanos descendientes del rey perverso Tolkienin. O cosas por el estilo. Se trata de dar profundidad a la identidad racial de cada especie que puebla nuestro mundo con el fin de conseguir algo más de realismo y coherencia.

Pero las razas no solo están estancadas en cuanto a la cultura, sino también en el papel que representan. Es todo parte de un problema común que en La Casa 38 hemos calificado como racismo rolero. Porque si el problema de los elfos o de los enanos es grave, aun más grave es el problema de los orcos. Y de nuevo por culpa del mismo autor de renombre que me cae como si me pegasen un tiro en un huevo. Estos desafortunados seres han tenido la mala suerte de quedarse atrapados en el horroroso papel de los malos de la película. Verdes, grandes, con colmillos prominentes, siempre muy furiosos y siempre guiados por la más absoluta de las maldades.

La simple lectura de la raza de los orcos ya me aburre. Fijaos cómo de mal están las cosas. Bien cierto es que en según que mundos (World of Warcraft, por ejemplo. Y de esto no pongo enlace porque si no conocéis World of Warcraft es que acabáis de nacer, o algo) se ha tratado mejor a la raza verde. Pero aun así siguen identificando a los orcos, y al resto de las razas, con unos arquetipos predefinidos culturalmente.

Esta mierda irradia maldad.


Y el problema va más allá de eso. Enanos y elfos que se caen mal, medianos adorables, gnomos picarones... Creo que el mundo ya tiene demasiados elfos iguales en demasiadas ambientaciones diferentes. Va siendo hora de dar una vuelta de tuerca.

El caso es que dar esa vuelta de tuerca es más simple de lo que creemos. Mi artículo, hasta aquí, ha sido todo rajar de los prejuicios raciales que imperan en el mundo del rol y la fantasía. O rajar a secas, muy en mi línea. El caso es que todavía no he aportado ninguna solución tangible. Muy en mi línea, también. Vamos a arreglar eso.

Si eres un creador de mundos de fantasía que se quiere salir de estos estereotipos cascados, yo te pido coherencia. La misma coherencia que me exijo a mí. Está muy chulo hacer diferentes ramas culturales para una raza, si. Pero hay que hacerlas dándoles cierto sentido. No vale sacarse nada de la manga porque, después, terceras personas se preguntarán "por qué" y tú no serás capaz de darles una solución a sus dudas. ¿Y qué mejor referencia para crear un mundo lleno de vida diferente que la propia historia? No hace falta ni que nos vayamos muy lejos. Centrémonos en la historia de Europa.

Ya va siendo de que alguien quiera hacerse un enano mago con aspiraciones de piratería sin que a algún Director le de un infarto.

La historia de Europa ha dado como resultado un buen montón de culturas y nacionalidades diferentes y bien definidas. Guerras internas, escisiones religiosas o el acceso a los recursos básicos ha permitido a unas y otras civilizaciones avanzar de una forma coherente y alejada de los demás. Y esto era aun más notable en la Edad Medieval o la Edad Moderna. ¿Por qué no aplicar la misma formula, en lugar de la formula inmovilista de Corea del Norte, con nuestras razas de fantasía?

No me quiero meter más en faena para no condicionar vuestras ideas. Pero os voy a dejar un apunte: los elfos oscuros ya están muy vistos. Y todo lo oscuro. Esas cosas están feas y sobreexplotadas. Hablando como un hipster: los drow no pueden ser más mainstream.

Borgeos.

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